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 	                                                                                                                                             Proverbios 22:6  Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará.(NVI)  
 Nos quedamos sorprendidos, cuando se da     cuenta en periódicos o radio, que el sicario no superaba los 18     años. Cuando los cuerpos de los 3 o 4 ejecutados,     correspondían a adolescentes de hasta 14 años de edad. 
 Frente a lo anterior, el psiquiatra dominicano César Mella,     hizo publicar el siguiente trabajo, que creo que a todos los que somos     padres, o seremos abuelos algún día, nos debe interesar; el texto que me     llegó suscrito por el doctor Mella, es el siguiente:
 
 Yo me preguntaría y plantaría la siguiente pregunta: ¿cómo eduqué o estoy     educando a mis hijos? ¿Qué valores inculco o inculqué a mis hijos?
 
 A los jóvenes de este siglo hay que llamarlos varias veces     en la mañana para llevarlos a la escuela y, digo llevarlos     porque no tienen que tomar el camión o caminar larguísimas distancias para     llegar a ella.
 
 Se levantan generalmente irritados porque se     acuestan muy tarde, viendo televisión por cable, jugando playstation,     hablando o enviando mensajes por teléfono o chateando por la     Internet.
 
 No se ocupan de que su ropa esté limpia y mucho menos en poner un dedo     en nada que tenga que ver con arreglar algo en el hogar.
 
 Tienen los juegos y equipos digitales más modernos del mercado,     Ipod, blackberry y computadora no pueden faltar, como tampoco el pago     por su actualización. Hoy los hijos, muchas veces sin merecerlo,     presumen el celular más novedoso. El nextel más costoso. La Lap más     equipada. Nada les costó. Si se descomponen, para eso estamos, no     faltaba más, hay que pagar la reparación, a la brevedad y sin     chistar.
 
 Idolatran amigos y a falsos personajes de realitys de mtv. ¡Ah!     pero viven encontrándole defectos a los padres, a quienes     acusan a diario de que sus ideas y métodos están pasados de moda.
 
 Se cierran automáticamente a quien les hable de moral, honor y      buenas costumbres, y mucho menos de religión. Lo consideran     aburrido. Ya saben todo y, lo que no ¡Lo consultan en     internet!
 
 Nos asombramos, porque los sicarios cobran cuotas sin trabajar por     ellas, cuando a nuestros hijos los acostumbramos     a darles todo incluso su cuota semanal o mensual sin que     verdaderamente trabajen por ella, y todavía se quejan a porque eso     no me alcanza.
 
 Si son estudiantes, siempre inventan trabajos de equipo o     paseos de campo, que lo menos que uno sospecha, es que regresarán con un     embarazo, habiendo probado éxtasis, coca,  marihuana o cuando     mínimo alcoholizados.
 
 Y cuando les exiges lo más mínimo en el hogar o en la escuela, lejos     de ser agradecidos te contestan, con desfachatez: yo no pedí nacer, es     tu obligación mantenerme o quien les manda andar de     calientes.
 
 Definitivamente estamos jodidos, pues la tasa de que hagan su vida     independiente se aleja cada vez más, pues aún graduados y con     trabajo, hay que seguirlos manteniendo, pagándoles deudas,     servicios y hasta los partos de sus hijos.
 
 Con lo anterior, me refiero a un estudio que indica que este     problema es mayor en chicos de la sociedad de clase media o media alta (o     de capas medias urbanas) que bien pudieran estar entre los 14 y los 28     años, si es correcto 28 años o más ¿lo pueden creer? y que para aquellos     padres que tienen de dos a cuatro hijos constituyen un verdadero dolor de     cabeza.
 
 ¿Entonces en qué estamos fallando?
 
 Yo sé, dirán que los tiempos y las oportunidades son     diferentes, pues para los nacidos en los años cuarenta y     cincuenta, el orgullo reiterado era levantarse de madrugada a ordeñar     las vacas con el abuelo; que tenían que ayudar a limpiar la casa; no se     frustraban por no tener vehículo, andaban a pie a donde fuera,     siempre lustraban sus zapatos, los estudiantes no se avergonzaban de no     tener trabajos gerenciales o ejecutivos, aceptaban trabajos como     limpiabotas y repartidores de diarios.
 
 Lo que le pasó a nuestras generaciones, es que elaboramos     una famosa frase que no dio resultado y mandó todo al diablo:
 
 ¡Yo no quiero que mis hijos pasen, los trabajos y carencias que yo pasé!
 
 Nuestros hijos no conocen la verdadera escasez, el hambre. Se     criaron en la cultura del desperdicio: agua, comida, luz, ropa,     dinero.
 
 Muchos de los nuestros hijos, a los 10 años ya habían ido     a Disney world mínimo dos veces, cuando nosotros a los 20 si     bien nos iba conocíamos la Ciudad de México, con su hoy vetusto y     atiborrado Metro.
 
 El dame y el cómprame, siempre fue     generosamente complacido convirtiendo a nuestros hijos en habitantes de una     pensión, con sirviente (a) y todo incluido, que después intentamos     que funcionara como hogar.
 
 Es alarmante el índice de divorcios que se está generando, van a la     conquista de su pareja y vuelven al hogar, sólo unos meses más tarde,     divorciados porque la cosa no funcionó; ninguno de los dos     quiere servir al otro en su nueva vida. Como nunca batallaron en la pensión     con sirviente incluido, en la que se les convirtió el hogar paterno, a las     primeras carencias en el propio, avientan el paquete y regresan a     la casa para que la mamá y el papá continúen resolviéndoles la vida.
 
 Este mensaje es para los que tienen hijos y que pueden todavía     moldearlos, edúquenlos con principios y responsabilidades. háganles     el hábito del ser agradecidos.
 
 Háganles el hábito de saber ganarse el dinero con honestidad, la     comida, la ropa, el costo de la estancia en la casa en la cual no aportan     para el pago de servicios. Háganles saber lo que cuesta cada plato de     comida, cada recibo de luz, agua, renta. Háganles sentir en su casa,     cómo se comportarían ustedes en casa ajena cuando van de visita.
 
 Por ese domingo o cuota semanal o mensual, edúquenlos en la cultura de     la correspondencia y el agradecimiento. Que los sábados o domingos laven el     carro, ayuden a limpiar la casa, NO SU CUARTO, esa debe ser     obligación de siempre sin pago de por medio. Háganles la costumbre     de limpiar sus zapatos, de que paguen simbólicamente, por todo lo     que gratuitamente reciben, implántenles la ideología de ameritar     una especie de beca escolar que ustedes pagan, y  por la que ellos no     pagan ni un centavo, eso puede generar una relación en sus mentes trabajo=bienestar.
 
 Que entiendan que asistir a la escuela, es un compromiso con la vida, que     no es ningún mérito asistir a ella. De la responsabilidad con que cumplan     ese compromiso, dependerá su calidad de vida futura.
 
 Todos los niños deben desde temprano aprender a lavar, planchar y     cocinar, para que entiendan la economía doméstica en tiempos que podrían     ser más difíciles.
 
 Cuida lo que ven y ves con ellos en la televisión, y evita caer en     el vicio social llamado telenovelas, los videojuegos violentos, la moda     excesiva y toda la electrónica de la comunicación, que han creado un marco     de referencia muy diferente al que nos tocó. Cuando ocupes     corregirlos, aconséjalos, habla con ellos, no los ofendas, no los reprendas     en público. Si lo haces, nunca lo olvidarán. Nunca te lo perdonarán.
 
 Estamos comprometidos a revisar los resultados, si fuimos muy     permisivos, o sencillamente hemos trabajado tanto, que el cuidado de     nuestros hijos queda en manos de las empleadas domésticas y en un medio     ambiente cada vez más deformante.
 
 Ojalá que este mensaje llegue a los que tienen la oportunidad de cambiar o     hacer algo al respecto. Ya los abuelos pagaron. Nosotros estamos pagando     con sangre la transición.
 
 Que cada quien tome lo que la corresponda. Que haga lo que pueda y     quiera. Recuerda que para que triunfe el mal, solo se necesita que     la gente buena lo permita...
   DISCULPEN     EL VOCABULARIO NO ES MI ESTILO, ESTO PROVIENE DE UNA CADENA. EL CONTENIDO     ME PARECIÓ DIGNO DE REPRODUCIRLO.Saludos.
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